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HISTORIA DE LA IGLESIA

HISTORIA DE LA IGLESIA: MISIONEROS

 

UN MISIONERO BETHARRAMITA  ENTRE

LAS TRIBUS PUELCHES

-BREVE ACERCAMIENTO A LA OBRA EVANGELIZADORA DEL PADRE SIMON GUIMÓN-

                                                                                     * Por Héctor José Iaconis

                                                                                                           

                                                                       

                                                                            “Fueron entonces de pueblo en  pueblo anunciando
                                                                                    la Buena Noticia...” (Lc. 9, 6).

                                                                             


 

INTRODUCCION                                                                                                                      

 

Extensa y sumamente rica es  la historia de la congregación de Sacerdotes  y Hermanos del  Sagrado Corazón de Betharram en la República Argentina. Por doquier, pueden observarse acontecimientos relevantes entre los se destacaron los religiosos: docentes de encumbrada formación intelectual, y misioneros comprometidos íntegramente en la construcción del Reino.

El martes 4 de noviembre de 1856, ocho hijos de San Miguel Garicoïts desembarcan en  de Buenos Aires. Eran los primeros betharramitas que surcaban   el Río de la Plata, invitados por monseñor Mariano José de Escalada Bustillo y Cevallos -a la sazón  obispo de  ese puerto-, para asistir espiritualmente a la colectividad vasca. Padres Simón Guimón, Didacio Barbé, Luis  Larrouy, Juan Bautista Harbustán,  y Pedro Sardoy; hermanos Damián y Juan Arostegui; estudiante  Juan Magendie son quienes que, a imitación de Cristo, atravesaron el océano para guiar el rebaño.

Del primero nos ocuparemos, tan siquiera brevemente, considerando su magno aporte como misionero intentando evangelizar a los indígenas de la tribu del Cacique Cipriano Catriel.

 Los Padres Bayoneses se echaron a misionar también por los
pueblos de la  a provincia; donde en el curso de los cinco prime-
ros años organizaron   de treinta misiones”(1).
 

A este le seguirán , décadas después, otros religiosos de Betharram cuyas correrías apostólicas no serán menos relevantes, que merecerían un estudio aparte:

* Enrique Cescas (1840-1888), quien -desde julio de 1874-  misionó en los dominios de Coliqueo (Tapera de Díaz, hoy Los Toldos, junto al padre Jorge María Salvaire (vicentino).

* Francisco Laphitz (1832-1905), sacerdote de gran celo, realizó importantes misiones en Montevideo, en la provincia de Buenos Aires, y en Asunción del Paraguay, donde le fue ofrecido el episcopado, que rehusó.

Gracias a los textos del padre Mieyaa, es factible conocer la crudeza a que debían someterse quienes emprendían ese difícil camino. A esas horas, el paisaje del desierto solo les ofrecía desolación, hambre y  el martirio.

Ya San Miguel, les había advertido, “no lo olvidemos: como religiosos, estamos consagrados a la piedad, a la caridad, a la obediencia (...); como apóstoles, debemos abrazar una vida de sacrificios”(2).

Aún frente a los contratiempos, ante los peligros, y la hostilidad de muchos, los misioneros de Betharram respondían con humildad, pobreza y generosidad.

Un piadoso ardor interior les propulsaba a seguir. El objetivo les era claro, pues a través de San Miguel, había nacido “de la contemplación del corazón misionero de Cristo”(3): “Tu no has querido sacrificio ni oblación; en cambio me has dado un cuerpo... Entonces dije: Aquí Estoy; yo vengo para hacer, Dios, tu voluntad” (Hb. 10, 5-7).

 

EL MISIONERO

 
 
Breve cronología biográfica
 

1794:  Nace, el padre Guimón, en Barcus, aldea vasca de Francia. Llamado al estado sacerdotal, estudia en los seminarios de Aires y de Dax.

1821:  Ordenado presbítero, en abril, es nombrado vicario de su pueblo natal.

1822:  Ingresa, como misionero, en la congregación de Hasparren.

1830:  Es suprimida la congregación de Hasparren. El obispo de Bayona, monseñor d’ Arbou, lo designa catedrático de Teología Moral, en el Seminario de Betharram, donde contrae gran amistad con San Miguel.

1834:  Debido a que, el obispo, llama a los alumnos de Filosofía a Bayona, éste quédase sin alumnos.

1835:  En octubre, ingresa en la sociedad de sacerdotes fundada por San Miguel.

1836:  Vive con los fundadores de la Sociedad de la Inmaculada Concepción -en Garaison- durante tres meses, para enseñarles a practicar la vida religiosa.

1854:  El 16 de octubre, es aprobada, por asamblea general de los Padres de Betharram, la misión en América Meridional.

1856:  El 31 de agosto, en el velero “Etincelle”, parte hacia el Río de la Plata.

1861:  El 22 de mayo, muere en Buenos Aires.

1872:  Sus restos son exhumados del cementerio de la Recoleta, para ser sepultados definitivamente en el cementerio del Calvario, en Betharram(4).

 
 
“Cazador de almas”(5)
 

Andaba siempre el Padre Guimón preocupado por la salvación del prójimo. Jamás olvidaba, cual solía decir, su oficio de “cazador de almas”. Era el suyo un corazón verdaderamente devorado por la pasión del bien.

Por los caminos, en carruajes, pensaba en reconciliar con Dios a los viajeros. Muy a menudo, durante sus viajes iba a sentarse junto al postillón. Pretextaba su necesidad de ir al aire libre para predicar al conductor.

El padre Pedro Estrate, quinto superior general de los Padres de Betharram, conservaba el recuerdo de un  vecino de su pueblo, convertido: “Joven, entregado al vicio, fue vencido por la gracia a los pies del Padre Guimón. Desde entonces, confesábase semanalmente y todos los domingos y días de fiesta iba a comulgar durante la misa cantada de las diez”.

Durante el trabajo siempre estaba rezando. Nunca perdía de vista la presencia de Dios. Hablaba familiarmente con el Divino Salvador, ofreciéndole todos sus trabajos y penas, con alegría y santa devoción.

 
 

LAS MISIONES EN BUENOS AIRES

 

A poco de llegar de Europa, es muy reconocida la promisoria tarea del padre Guimón en favor de la salvación de las almas.

Además del cuidado espiritual de los inmigrantes vascos, es invitado a predicar en la parroquia de Nuestra Señora de la Merced, y pronto también  lo hará en la de San José.

Pero su principal proyecto era la extensión de la Doctrina hacia aquellas regiones de la provincia, donde primaba el paganismo; o hacía estragos, el ya manifiesto, liberalismo masónico extremista.

En marzo de 1857, parte a Dolores, para continuar en Chascomús y Ranchos. Entre enero y febrero del año siguiente recorrerá Mercedes, Luján, Chivilcoy, Navarro, Lobos y Cañuelas; y mas adelante, hará lo propio en Morón, Barracas, Avellaneda, y Quilmes(6).

Mucho había andado en su terruño y fuera de él, por ello, poseía sólida experiencia, que le facilitó insertarse en una realidad socio-cultural que mucho distaba de la suya.

Los grandes esfuerzos que demandaba llevar los sacramentos y la palabra evangélica a tales latitudes, no siempre permitía obtener buenos resultados. A menudo hallaban  ingratitud, indiferencia e incomprensión de las autoridades de campaña.

  

 


ENTRE LA TRIBU DE CATRIEL

 

 

Tras el derrocamiento de Rosas (3 de febrero de 1852), el interior de la provincia de Buenos Aires vivía un estado de tensión. Debían transcurrir poco mas de un lustro, para la organización definitiva de la institución política nacional.

En teoría, la frontera con el aborigen estaba delimitada por el Río Salado. Fuera de ella, reinaban, por así decirlo, las tribus de varios caciques, entre los que destacabase Juan Calfucurá.

Entonces los Catriel, eran jefes de los toldos ubicados en el actual territorio de Azul, y habían -alrededor de 1855- negociado su amistad con el gobierno.

Era notoria la necesidad de enviar misioneros con los “indios amigos”, para lograr su conversión a la fe cristiana.

Así lo entendió monseñor de Escalada Bustillo, solicitando a los religiosos betharramitas “emprendan la evangelización de los indios”(6).

 
Hacia el  Sur: las entrevistas con  el cacique
 

Cerca de enero de 1859, el padre Guimón, asistido por los padre Harbustán y Larrouy, se internaron en Azul después de 80 leguas de viaje.

Mucho le atraían esa almas. Oraba incesantemente por ellas y pedías a loa otros que lo hicieran.

Allí mantuvo tres entrevistas con Catriel. La primera fue halagüeña, mostrándose -el cacique- solícito para atender los requerimientos (7).

En la segunda, expuso los proyectos de acción evangelizadora:


Somos extranjeros. Hemos consentido el sacrificio de abandonar
nuestro país, nuestros parientes y amigos, con el solo fin de dar a
conocer la verdadera religión... ¿No tendría el cacique el deseo deser instruido en ella?”.

-¿Por lo menos negaría el permiso de enseñarla a la gente de la tribu y especialmente a los niños?”(8).

 
La total negativa
 

Todo hacía suponer la afirmativa respuesta del  cacique. Sin embargo, después de consultar al adivino y a los demás jefes -el primero mostró la negativa- durante la tercer entrevista, respondió:

 
No queremos recibirlo mas en adelante, ni siquiera una vez, aunque fuera solo para satisfacción de su curiosidad”(9). 

Aunque, debido a  la hostilidad que demostraron los indígenas, el misionero debió regresar a Buenos Aires, sin un aparente buen éxito; su misión sirvió para que -años mas tarde- otros intentaran igual acción. Es indudable que el padre Guimón fue quien abrió el camino, para que -el 25 de enero de 1874- los padres Meister y Salvaire (lazaristas) comiencen a  la tarea añorada : catequizar, impartir los sacramentos y fundar escuelas entre los puelches de Catriel(10).

 NOTAS
 
(1) Cayetano Bruno sdb., Historia de la Iglesia en la Argentina, Buenos Aires, Editorial Don Bosco, 1975, t. XI, p. 303.
(2) Augusto Etchecopar, Pensamientos del Beato Miguel Garicoïts, con introducción del R.P. Pedro Mieyaa, Buenos Aires, Editorial F.V.D., 1943, p. 232.
(3) Tobias Sosio scj., “La dimensión misionera de San Miguel Garicoïts desde la perspectiva de América Latina”, en  Identidad. Misión de una familia, Betharram, julio-1997, p. 66.
(4) Pierre Mieyaa, Le pere Guimon, Betharram, Campagnon de Saint-Michel Garicoïts, 1974, p. 132.
(5) “Vida y fisonomía de un apóstol. El R.P. Simón Guimón”, en F.V.D., revista mensual ilustrada, Buenos Aires, vol. XV, número especial, octubre de 1935, p. 412.
(6) Ibídem, pp. 414 - 415.
(7) Pedro Mieyaa, El Beato Miguel Garicoïts Fundador de los Padres Bayoneses, Buenos Aires, s.e., 1942, p.376.
(8) No se conservan, al menos en Argentina, relación escrita de estas entrevistas.
(9) Mieyaa, Op. cit., p. 379 ss.
(10) Ibídem.
(11) Bruno, a.c., La Iglesia en la Argentina. Cuatrocientos años de Historia, Buenos Aires, Centro Saleciano de Estudios, Estudios Proyectos Nº 10, 1993, p. 625. Cfr. Juan Antonio Zuretti, Historia Eclesiástica Argentina, Buenos Aires, Editorial Huarpes, 1945, pp. 275 y 287.  
 

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